Jueves 14

Un jueves de febrero las calles de una pequeña ciudad ubicada en un país sin características particulares se llenaron de flores y enamorados. Y no sólo eso, también estaban los amigos, abrazados y conversando, felices porque existen. Todo era bonito y agradable: los parques y los caminos; las oficinas de trabajo no estaban llenas de gente aniquilada por la rutina, sino de personas con ganas de vivir y ser felices (lo que sea que eso signifique mientras trabajas encerrado en una oficina).

Aquel jueves, las canciones más bonitas de amor se escucharon en cada cuadra de la ciudad. De esa pequeña ciudad.

Solamente por un día la gente se olvidó de los problemas y las infidelidades. Amaron sin medida. Los amigos dejaron a un lado la envidia y la hipocresía; prometieron nunca fallar y ayudar a los que necesiten. Incluso los amantes se quitaron de encima la cobardía y vivieron su amor a plena luz del día.  No me van a creer si les digo que hasta los perros y gatos andaban juntos, pero así fue.

Nosotros, los de la gran ciudad, nunca vemos tanta solidaridad y amor en un solo día. Siempre nos enseñaron que eso de perdonar y cuidar a los demás es una pérdida de tiempo; ya saben: primero yo, segundo yo, tercero yo. Luego el mundo. Me hubiera gustado que ustedes también vivieran conmigo aquel jueves para que me ayuden a comprender lo que pasó después. Fue algo inexplicable, y nadie sabe porqué el viernes trajo consigo la anulación de todas las promesas del jueves. Todo lo que la gente dijo, sintió, y lo que planificó para el resto de año, se fue con el viento de las horas. Los enamorados ya no se querían con intensidad. Los infieles volvieron a su rutina, y en las oficinas se respiraba el aburrimiento y el desgano. Era increíble ver cómo se borró de la memoria colectiva aquel jueves.

Pregunté a todos el motivo de su desencanto con la humanidad. Se burlaron de mí; me tomaron como ingenua. Tal vez lo sea porque les creí cuando prometieron ser buenas personas. Entonces entendí que ese jueves solamente viene una vez al año. Comencé a hacer analogías y descubrí que era muy similar a un lunes de diciembre. ¿Se acuerdan que en diciembre también tuvimos un día donde el amor, los buenos deseos y el cariño era lo único que importaba? Oh sí, aquella navidad.

Comprendí que las personas de esa pequeña ciudad están acostumbradas a fingir un jueves del año, por razones no determinadas, o tal vez sí. Dicen que, en realidad, hay muchas pequeñas ciudades en el mundo, y que todas viven de igual manera el jueves 14. San Valentin, le llaman.

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