Ecuador

Loja, Ecuador

Loja es una ciudad del Ecuador, capital de la provincia y cantón Loja. Tiene una rica tradición en las artes, y por esta razón es conocida como la capital musical y cultural del Ecuador. Es hogar de dos universidades: la Universidad Nacional de Loja, fundada en 1859 por el Gobierno Federal de Loja (siendo la casa educativa en funciones más antigua del país después de la Universidad Central del Ecuador) y la Universidad Técnica Particular de Loja, fundada en 1971.

Por su desarrollo y ubicación geográfica fue nombrada sede administrativa de la región sur o zona 7 comprendida por las provincias de El Oro, Loja y Zamora Chinchipe.

Loja se precia de ser el suelo natal de connotados intelectuales de importancia nacional como Benjamín Carrión (fundador de la Casa de la Cultura Ecuatoriana), Pío Jaramillo Alvarado, Miguel Riofrío (escritor de la primera novela ecuatoriana), Pablo Palacio, Ángel Felicísimo Rojas, Miguel Ángel Aguirre, Manuel Agustín Aguirre, Isidro Ayora, Manuel Carrión Pinzano, Carlos Miguel Agustín Vaca (Fundador de la Sayce); los escultores Daniel y Alfredo Palacio, es cuna de grandes músicos como Salvador Bustamante Celi, Segundo Cueva Celi, Marcos Ochoa Muñoz, Edgar Palacios, los integrantes del grupo Pueblo Nuevo, además de importantes pintores como Eduardo Kingman famoso por sus pinturas indigenistas y por ser el precursor de este movimiento artístico en el país.

La ciudad está llena de obras de arte público, incluyendo enormes murales de azulejos pintados, frescos, y estatuas. De particular interés son los frescos de Bolívar y Sucre que saludan a los visitantes que pasan por las puertas de la ciudad.

Existe una marcada inclinación por las artes, especialmente la música, lo que ha generado para la ciudad el apelativo, muy apreciado por los lojanos, de la «Capital Musical del Ecuador».

También se proyectan como disciplinas que concitan interés y acción de los ciudadanos de Loja: la literatura, la pintura, la oratoria y el cine. Desde finales del siglo XX tiene una Orquesta Sinfónica que es reconocida por su nivel de desarrollo.

Lenguaje del tuitero ecuatoriano

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Mientras pagaba mi cuenta en la cafetería de Urdesa, dos chicos conversaban…

-Tarde o temprano todos vamos a caer aunque sea por un día en el Crossfit o algo similar ¿Verdad? 

-Voy a consultarte con la almohada.

Abrí la puerta, salí y me detuve en el quiosco de la esquina a comprar el periódico, entonces escuché a dos ejecutivos…

– No creí que llegaría el día en que la muerte de un perro de una serie animada causaría tristeza en las redes sociales. No lo vi venir.

–  Hasta los dibujos animados se mueren y no se muere Alfonso Espinosa de los Monteros. 

Camino a casa, me encontré con Luli y María Fernanda. Quise entender su conversación pero…

– Hola, llevo una hora tragando Manicris de limón y estoy pensando seriamente en declararme adicta.

– Lo que no mata, te paga salario básico.

– Voy a dejar el estado de cuenta de la tarjeta de crédito olvidada en el taxi, porque quiero dejar mis problemas atrás. 

Me hice la loca y me despedí rápido, porque había quedado ir al #tuits&beers. Llegué y la mayoría de tuiteros ya estaban en la mesa, con cerveza en mano y hablando de sus situaciones sentimentales…

-Ustedes no se enamoran de mí porque no me han visto haciendo cantidades absurdas de café. Mentira, cuando me vean tampoco se van a enamorar. 

– Yo si te podría estar compartiendo mi encebollado, beibi. 

– ¿Qué es lo que hace un bolón mixto seduciendo a la dieta?

-Las relaciones son más fáciles si uno de los dos es un helado de mora.

– Almorzar solito también es violencia 😦

– Dos cosas: Cállate Pablo. 

-Es más fácil llegar al sol, o llegar a ser asambleísta, que llegar a tu corazón.

Luego de reírme un rato, mamá llamó; mis primos estaba en casa de la abuela arreglando la navidad. Fui y mientras colgaban los bombillos conversaban…

– Si les emociona la Navidad porque van a comer rico, me da pena. Yo como rico cuando me da la gana. Esos lugares se llaman restaurantes.

– En serio aun no entiendo los que se matan ayudando todo Diciembre y el resto del año ni se autoayudan.

– Yo a diciembre lo espero con tu abuelita en pepas subida en una patrulla.

Entonces recordé que tenía pendiente un trabajo en grupo con mis compañeros de universidad. Llegué apurada a la clase pero ellos aún no habían comenzado, estaban hablando nada más: 

– Deberíamos acabar con la palabra «clásico». Excepto por «Clásicos de la provincia», de Carlos Vives. Ese era un buen disco.

– De los charlatanes modernos, uno de los más detestables es aquel que comete un error y en lugar de disculparse lo llama «experimento social»

– En todo caso, no me hagan caso: estoy estudiando periodismo y por eso sé que no vale mucho la pena.

Y como la vida es dura y mi jefe mala gente, me cambiaron al turno de la noche en el Diario. Llegué al trabajo y los periodistas estaban en reunión…

– Si tuvieron una semana pesada o este viernes fue una mierda tranquilos y regocijaos, mañana toca sabatina.

– Mañana tengo libre. Un sábado sin sabatina. PUTAMADREHOYVOYAARARENELMAR

– Ya extrañaba esto de odiar todo. Gracias Ecuador por todos los motivos que me das.

A las 12 de la noche y luego de una larga jornada, nos despedimos…

– Que lindo ver que ya no se despiden con el ht #twitoff Darwin está muy orgulloso de ustedes.

– El que queda con la ultima palabra gana, excepto por whatsapp. 

Terminé el día pensando que todos los que me rodean deben ser los mismos que en el banco gritan «PONGAN MAS CAJEROS!» como si los cajeros estuvieran en la bóveda listos para salir. 

 

Emancipar la cultura

Para empezar este post es necesario contarles sobre Diario de una mujer gorda, un weblog del argentino Hernan Casciari (@casciari) que cuenta con humor las andanzas de Mirta Bertotti, ama de casa mercedina. En el 2006 fue creciendo hasta convertirse en una obra de teatro que llegó a la calle Corrientes, de la mano de Antonio Gasalla. Después de ese blog se armó otro llamado Orsai,  y a partir de ahí se fue consolidando una comunidad de lectores cada vez más fuerte, más grande y amplia, hasta que el blog viró en lo que hoy llamamos Editorial Orsai, una revista que se publica bimestralmente en papel, y que reúne autores de muchas partes del mundo.

Supe de todo esto gracias a @Hiscariotte, me lo contó hace algún tiempo mientras tomábamos café en El Viejo Minero, el bar de siempre. Entre todos los detalles sobre Orsai, Pablo me explicó por qué la revista no contiene publicidad. A los autores de la revista les gusta la publicidad como género artístico; admiran una buena idea gráfica, o un gran spot. Lo que odian, y mucho, es la cárcel económica de ésta.

Hoy, navegando en el blog de la revista, encontré una publicación que me hizo reflexionar. Cuando leí la entrada Si fuera cocaína sería más fácil me detuve varias veces en el siguiente párrafo:

¿De qué hablan los ministros de cultura de esos países cuando se reúnen y se abrazan? Son todos de izquierda, son todos grandes lectores del boom, todos sueñan con una Latinoamérica unida, pero los libros no pueden circular sin que aparezcan impuestos, retenciones, impedimentos y palabras de mierda terminadas en «eo».

Dada nuestra realidad, Casciari nos hace una propuesta a todos los lectores de los países a los que Orsai no llega con facilidad, por cuestiones de transporte e impuestos: buscar imprentas que se autogestionen con nosotros. Y no es solo esto, sino que también plantea la posibilidad de que ya no sea una propuesta de los autores y lectores de la revista,  sino que podría llevarse a cabo a través de los ministerios de cultura de izquierda de cada país latinoamericano.

Imaginen, por un segundo, que nosotros pudiéramos dedicarnos solamente a leer, a dibujar y a escribir.

Existe la posibilidad de convertirnos en correo humano de nuestras propias decisiones culturales. ¿Podemos emancipar los mejores contenidos, cuentos, crónicas y dibujos que son esclavos de dinero y políticas internaciones? Orsai nos demostró que existen personas allá afuera que están esperando por nosotros, esperando escuchar y actuar por un «sí, claro que podemos».

El cuento, Pablo Palacio

Existe en la actualidad asuntos importantísimos de explotación sociológica y política: lo de Marruecos, los sistemas de colonización francesa y española, el gran problema de las finanzas, la identidad de la Europa feudal y la América colonial, la difícil cuestión de la procedencia de los primeros habitantes de este continente, y muchísimos más. Pero creo que brilla sobre todos la eternamente nueva y eternamente vieja opinión pública.

¡La opinión pública, freno de gobernantes y único timón seguro para conducir con buen éxito la nave del Estado! ¡La opinión pública, morigeradora de las costumbres políticas, de las costumbres sociales, de las costumbres religiosas!

Supongamos que pudiera existir un hombre que participe sincera e idénticamente de estas ideas. Luego este hombre debe llamarse Francisco o Manuel y estar a la media edad, entre gordo y flaco, entre barbudo y no barbudo.

Este don Francisco o don Manuel, tiene que ser pequeño, de párpados con bolsas, usar jaquet y detestable sombrero.

Andará lentamente, bladiendo el bastón y moviendo las caderas.

Solterón y aburrido, deberá tener una amiga que fue amiga de todos, conquistada a fuerza de acostumbramiento, y a quien cualquier mequetrefe pudo llamar:

– Pts. Pts… (etc.).

Esta amiga -Laura o Judith- tendrá cualquier nariz -pongamos aguileña-, cualquier cabello -canela-, cualesquiera ojos -pardos-, y será larguirucha y voluntariosa.

Puede vivir al cabo de una calle sucia.

Puede tener amigas muy alegres con quienes celebre sesiones animadas, que suplicarán el cuento como el lodo de un vestido nuevo, al manotazo de un caballo en una charca.

El pequeño sociólogo, ¡oh maravilla!, tendrá que ir dos veces por semana al cabo de la calle conocida y dará vueltas junto a la puerta, mirando a todos lados, azorado, procurando evitar un mal encuentro. Cuando le arroje a la ventana la piedrecilla del silbido, ella hará gruñir los cristales y le contestará con la rabia de sus ojos.

Naturalmente, ella debe divertirse a costa de él, aunque con él no sea posible divertirse.

Y como el sociólogo no tendrá mal olfato, y como casi nunca sabrá lo que decir, ha de toser un poco enojado.

-Oyte, Laura -o Judith-, yo creo que aquí no has estado sola. Dime de quién es esa colilla.

Ella lo aplastará con el silencio.

Entonces, el sociólogo, acoquinado, tendrá que callar también un rato.

Después de ese rato.

-Bueno, Laura -o Judith-, no seas así. Parece que yo viniera a pedirte… por caridad. Anoche has estado con uno de mis amigos y él me contó, sin saber que…

Gran reacción:

-Ve, animal: yo ya no puedo aguantarte más tus cochinadas. ¡Si vienes otra vez con esas, te rajo la cabeza!

Pensamiento:

¨Si esta mujer me raja la cabeza, ¿qué dirá la opinión pública?¨